miércoles, 21 de septiembre de 2011

Parte 12

Después de mi encuentro inesperado en el parque, llegue a casa y tras acomodar al gatito, me dí una ducha.
Me preguntaba una y otra vez, por que no podía tener una vida normal y tranquila como mucha gente.
Desde pequeña, siempre me habían ocurrido cosas estrañas, sin explicación.
Había dejado de darle importancia hacia mucho tiempo, pero lo que me estaba sucediendo, ya sobrepasaba los limites.
La noche se había vuelto calurosa, se estaba preparando una tormenta,  me puse una braguitas que parecían shorts, y una camiseta de tirantes. No me seque el pelo, lo deje suelto, y abrí la ventana.


Encendí la televisón, y me tumbe en la cama a buscar algún programa soporífero.
Cambie de postura tantas veces que perdí la cuenta, y cuando ya parecía que mis ojos empezaban a pesar, escuche un pequeño golpe en la ventana.
Pequeño, pero que me hizo poner mis sentidos en alerta.
Solo me dió tiempo a incorporarme ligeramente, cuando apareció su oscura presencia, grande y fuerte en el interior de mi habitación.
Sentí como un hormigueó, empezó a recorrer mi cuerpo, tal vez por miedo, o tal vez excitación.
En el fondo, sentía una atracción que no entendía.
Un relámpago iluminó el cielo, y entre sombras vislumbré su rostro.
Sus ojos con ese verde antinatural, me obserbaban como el depredador que saborea su presa.
Su pelo caía cubriendo ligeramente su rostro.
Sus labios estaban apretados.
Me senté en la cama, estaba cansada de toda esta situación absurda.
-¿No sabes tocar la puerta?
Él no movió un solo músculo, nisiquiera se inmutó.
-Ya veo que careces de modales, pero es muy tarde y no tengo ganas de seguir jugando. Vuelve a salir por donde has entrado y dejame dormir.
Me pareció ver una sonrisa en su rostro, aunque no estaba segura. Seguía ahí parado, y no hacia ningún otro movimiento.
-¿Por que haces esto?¿quien eres?- le pregunte ya fuera de control.
No me dió tiempo ni a pestañear, cuando su rostro ya estaba pegado al mío.
Su enorme cuerpo me aprisionaba, y su peso me dejaba clavada en el colchón, sin escapatoria, sus brazos a ambos lados de mi cara, sus ojos me taladraban, y mi único pensamiento se dirigía a su boca.
Esos labios, que seguían estando apretados, me llamaban.
Imagenes pasando mi lengua sobre ellos hasta lograr quitarles esa rigidez, inundaban mi mente.
Asustado de mí misma, intente alejarlo posando mis manos con fuerza en su enorme pecho, pero con una rapidez sobrehumana, me encontré con sus mano apresando mis muñecas por encima de mi cabeza.
Mi respiración mas fuerte, y rápida hacia que mi pecho subiera y bajara deprisa, la delgada camiseta no era una barrera, no me protegía de sentir su calor, y su contacto me hacia arder.
Debía tener miedo, mas bien terror, pero no sucedía así.
Mis ojos se encontraron con los suyos, y el empezó a bajar lentamente, espectante, deseaba que me besara, pero torció su rostro y sintiendo su respiración en mi cuello, escuche su dura y ahora carrasposa voz.
-Soy Nergal, Dios del inframundo.




lunes, 19 de septiembre de 2011

Parte 11

Solo, desde la azotea de un edificio, observaba, como ella caminaba y desaparecía de mi vista.
La ira, la furia, el dolor me consumían.
¿Que tenia esa simple humana para hacerme sentir así?
-Yo, señor de la oscuridad, con una chasquido de mis dedos, podría hacerla desaparecer sin que llegara siquiera a pensar que iba a morir . O tal vez, hacerla sufrir lentamente, agonizar y hacerla desear, no a ver existidido.
Un crujido me sacó de mis pensamientos, y observe como mis manos habían destrozado parte del homigón que recubria la azotea.
Ella hacia que mis instintos se despertaran sin control.
Llevaba siglos que caminaba por el mundo, cansado de la monotonía.
Aburrido de ver el caos, destrucción y deprabación de esta humanidad insensible.
Su trabajo, lo hacían muy bien sin el.
Pero ella, lo había despertado de nuevo.
Su luz, su pureza de espíritu, lo había atraído como un imán.
Y lo había combertido todo en un caos.
Su interior se destruía y luchaba, queriendo corromper su alma y deseando protegerla, combiertiendole en un coctel explosivo, incapaz de controlar sus instintos.
Quería poseerla, en cuerpo y mente, hacerla sentir toda su oscuridad, que gimiera por conocer el placer del dolor.
Pero algo lo retenía, por primera vez conocía lo que era el miedo.
Se aterrorizaba solo de pensar, en las marcas que había dejado en su brazo, en lo que su mente y cuerpo le pedía en aquel momento, y milagrosamente se había detenido.
Cuando sus ojos le miraron, vio el reflejo de lo que era, y sintió nauseas.
Pero el era la oscuridad
Y ella, no era nada.
¿Por que no podía corromperla y dejar su semilla del mal en ella?

Un rugido salió de sus entrañas, haciendo que todos lo que lo escucharan, temblaran de terror.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Parte 10

El búfido del pequeño gatito, me dio valentía, y mi contestación me dejo satisfecha.
Después de todo lo que había pasado, pensando en "él", pues no sabia que era, o cual seria su nombre.
¡Se lo merecía!
Aunque no me atrevía a mirarlo directamente, y mi interior era un caos, quería irme, y quería seguir a su lado.
Saber su nombre, de que lugar venia, que me tocara otra vez, me besara y ...... cosas que nisiquiera me atrevo a pensar.
-¿Estas no son horas para estar en un parque?
Su voz tan masculina me asutaba, y me calentaba.
-¿A ti te importa? - le conteste todavía sin mirarle a los ojos.
- Puede que sí
Solté un risa hipócrita.
-¡Ya!, ahora me harás creer que miras por mí integridad, cuando hasta hace poco tuve tus  moratones en mí brazo.
Le miré.
Directamente a esos ojos de un color verde inumano.
A ese rostro peligroso, tan masculino y marcado.
Y el me escrutaba detenidamente, su mandíbula estaba apretada, y sus brazos que colgaban a  los lados, tenían los puños apretados.
-Tu no lo entiendes
Y con una última mirada llena de culpabilidad, se dió la vuelta, aparecieron sus alas y desapareció.
Sí, se esfumó delante de mis narices. Dejandome con la palabra en la boca.
La furia creció en mí, y de un salto me puse en pié y  le grite.
-¡Eso!, ¡esfumate!, como siempre haces, como un cobarde, pero esto se acabó.
Mi voz resonó por todo el parque,  sin obtener respuesta.
Miré al pequeño gatito, que estaba en mis brazos, y con voz cansada le dije.
-¡Vamonos a casa !



martes, 6 de septiembre de 2011

Parte 9

Era bien entrada la madrugada, después de tener frecuentes sueño húmedos, calientes y desesperantes, durante semanas, esa noche me armé de valor y salí a dar un paseo.
Necesitaba un poco de paz, en la calle se notaba que era tarde y no estaba muy concurrida.
La temperatura era agradable, aunque había una pequeña brisa.
Mis pisadas por el asfalto sonaban ligeramente, me llego el aroma a café de un puesto que se encontraba un poco mas adelante.
Había un pequeño parque al doblar la esquina, decidí dirigirme hacia allí, y sentarme en algún banco.
Tenia una pequeña fuente en el centro, y le rodeaban unos grandes arbustos.
Me senté en el primer banco que encontré, y me recoste dando un suspiro.
Levanté mi vista hacia el cielo, que estaba inusualmente estrellado, ya que la contaminación lo tenia casi siempre encapotado. La luna menguante resplandecía.
Mire en mí reloj la hora, y pensé que a estas horas no debería estar por allí, pero de vez en cuando hacer algo fuera de lugar, me reconfortaba.
Estando ensimismada en mis pensamiento, un ruido me puso en alerta.
¿Habia sonado algo cerca de los arbustos, o había sido mi imaginación?
Pero el ruidito, volvió a sonar, y sin pensarlo, me acerqué a comprobar que era.
Me agache despacio y aparte algunas ramas, y para mí asombro , me encontré con unas grandes orejas y unos brillantes ojos.
Un gatito de poco mas de dos meses, se encontraba tiritando.
Se le veía desnutrido y apagado.
Me quité la chaqueta y cogiéndolo con sumo cuidado, lo arropé con ella.
Al cabo de un rato, empezó a ronronear, en señal de gratitud.
No había ningún gatito mas, ni rastro de la madre.
¿Que iba hacer con él?, no podía dejarlo allí.
Me senté de nuevo en el banco, y le acaricié su pelaje negro.
Sus ojos verdes me demostraban agradecimiento.
- ¡Bien!, pues tendré que llevarte a casa.- le dije con una sonrisa.
-¿Y a mi no me llevas también?
No me atrevía a levantar la vista, sabia que era él, mi corazón empezó a golpear fuerte y el gatito se revolvió un poco entre mis brazos.
Su mano masculina apareció en mi campo visual, y acarició la cabecita del felino.
No debió gustarle mucho, pues le enseño sus dientecitos y le bufó de manera cómica.
Una sonrisa apareció en mi rostro, y con valentía le conteste.
- Parece que no.