martes, 6 de septiembre de 2011

Parte 9

Era bien entrada la madrugada, después de tener frecuentes sueño húmedos, calientes y desesperantes, durante semanas, esa noche me armé de valor y salí a dar un paseo.
Necesitaba un poco de paz, en la calle se notaba que era tarde y no estaba muy concurrida.
La temperatura era agradable, aunque había una pequeña brisa.
Mis pisadas por el asfalto sonaban ligeramente, me llego el aroma a café de un puesto que se encontraba un poco mas adelante.
Había un pequeño parque al doblar la esquina, decidí dirigirme hacia allí, y sentarme en algún banco.
Tenia una pequeña fuente en el centro, y le rodeaban unos grandes arbustos.
Me senté en el primer banco que encontré, y me recoste dando un suspiro.
Levanté mi vista hacia el cielo, que estaba inusualmente estrellado, ya que la contaminación lo tenia casi siempre encapotado. La luna menguante resplandecía.
Mire en mí reloj la hora, y pensé que a estas horas no debería estar por allí, pero de vez en cuando hacer algo fuera de lugar, me reconfortaba.
Estando ensimismada en mis pensamiento, un ruido me puso en alerta.
¿Habia sonado algo cerca de los arbustos, o había sido mi imaginación?
Pero el ruidito, volvió a sonar, y sin pensarlo, me acerqué a comprobar que era.
Me agache despacio y aparte algunas ramas, y para mí asombro , me encontré con unas grandes orejas y unos brillantes ojos.
Un gatito de poco mas de dos meses, se encontraba tiritando.
Se le veía desnutrido y apagado.
Me quité la chaqueta y cogiéndolo con sumo cuidado, lo arropé con ella.
Al cabo de un rato, empezó a ronronear, en señal de gratitud.
No había ningún gatito mas, ni rastro de la madre.
¿Que iba hacer con él?, no podía dejarlo allí.
Me senté de nuevo en el banco, y le acaricié su pelaje negro.
Sus ojos verdes me demostraban agradecimiento.
- ¡Bien!, pues tendré que llevarte a casa.- le dije con una sonrisa.
-¿Y a mi no me llevas también?
No me atrevía a levantar la vista, sabia que era él, mi corazón empezó a golpear fuerte y el gatito se revolvió un poco entre mis brazos.
Su mano masculina apareció en mi campo visual, y acarició la cabecita del felino.
No debió gustarle mucho, pues le enseño sus dientecitos y le bufó de manera cómica.
Una sonrisa apareció en mi rostro, y con valentía le conteste.
- Parece que no.