lunes, 19 de marzo de 2012

Un viaje de ensueño


Mientras subía los escalones de este hermoso jardín de Japón, recordaba todo lo que había trabajado para conseguir el dinero para poder viajar a este lugar.
La paz que se respiraba me compensaba todos los años de espera.
No era originaria de este lugar y sin raíces familiares, no sabia por que una fuerza invisible me arrastraba y me llamaba para venir.
Su cultura me había llamada siempre la atención, y desde pequeña, sus animes y mangas eran mis preferidos.
Aquí me encontraba, sola, a miles de kilómetros de mí hogar, sin saber a ciencia cierta, que hacer en este lugar, aparte de visitar y recorrer sus calles, templos y parques.
Después de interminables escalones, me vi recompensada con las vistas. El sol ya estaba cayendo, y el solitario lugar, me daba la bienvenida, con su calma.
Respire el aire puro, y me llene de energía positiva.
Me acerqué  a lo que para mí era un cenador, pero seguro que tenia otro nombre y otro uso, pero yo ignoraba.
Con la yema de mis dedos, recorrí una de sus columnas, el tiempo no había sido muy cruel con su estructura, pero debería de ser muy antiguo.
Sentí un pequeño pinchazo, y vi una pequeña astilla clavada en mi dedo.
Sacándola con cuidado, brotó una pequeña gota de sangre, y sin pensarlo lleve el dedo a mí boca, al saborear su gusto, una energía eléctrica recorrió mi cuerpo, y un mareo me hizo tambalearme.
Después de la sacudida, abrí mis ojos, y con gran asombro y estupor, me encontré en medio de una batalla.
Frente a mí, dos hombres bailaban una danza mortal, entrechocando sus espadas con fiereza.
Cerré los ojos para ver si era solo una alucinación, tal vez probocada por  la pintura o tinte de la astilla, e inducida por el lugar en el que me encontraba.
Pero los sonidos seguían siendo los mismos, el acero chocando, y las voces y gruñidos en otro idioma, seguían ahí.
Hasta que de forma abrupta, reinó el silencio, y sonriendo abrí los ojos, deseando encontrarme en la cima rebosante de paz del jardín que visitaba.
Pero me encontré con la mirada asesina, de un hombre, que sotenia su espada mientras su respiración parecía cansada, y en un idioma que no conocía, me gritaba,  sus palabras no parecían precisamente de bienvenida.